
“se puede hablar de una ansiedad normal (ante peligros reales y no patológica),
o una ansiedad patológica y disfuncional (ante peligros irreales)”
Si preguntásemos a alguien por el concepto de ansiedad, probablemente la mayoría de las personas nos podrían dar una explicación del mismo, bien porque la han experimentado en primera persona, porque alguien de su entorno ha padecido en algún momento síntomas que se engloban en dicho concepto o simplemente porque sí; quién no conoce la ansiedad, está a la orden del día. Y no es de extrañar, ya que en la actualidad es uno de los conceptos más empleados en psicología, más escuchado en las consultas médicas y al que recurrimos en múltiples ocasiones cuando el malestar nos acecha de cerca. De hecho, los trastornos de ansiedad están considerados el segundo grupo de trastorno más frecuente en el ámbito de la salud mental, detrás de los trastornos relacionados con sustancias y por delante de los trastornos relacionados con el estado de ánimo.
Pero, ¿realmente conocemos bien a que se refiere el concepto de ansiedad? ¿Qué señales o síntomas relacionamos con la ansiedad? O bien si ¿siempre es disfuncional o en algunas ocasiones se puede convertir en una aliada?
Ansiedad y angustia provienen de la raíz germánica “ángh”, que significa estrechez y constricción y también malestar o apuro. De esta etimología, se desprende que la ansiedad es algo perjudicial para nuestra salud mental, aunque esto no es del todo cierto. Relativo al concepto de ansiedad es importante su capacidad anticipatoria, capacidad que consiste en un aviso de un posible peligro futuro, por lo que en este sentido tiene una gran importancia a la hora de prepararnos para poder afrontar satisfactoriamente algunos problemas. Cierto grado de ansiedad nos mantiene con un elevado nivel de atención y concentración para afrontar cualquier bache que nos encontremos en el camino; es el extra de energía que necesitamos en algunas ocasiones para superar las dificultades a las que nos enfrentamos.
Pero dicho aviso puede ser disfuncional si no existe tal peligro, y por lo tanto la amenaza es fantasma, no real e imaginada, ya que la respuesta de ansiedad que damos conlleva un gasto importantísimo de esfuerzo y energía. De esta forma, se puede hablar de una ansiedad normal (ante peligros reales y no patológica), o una ansiedad patológica y disfuncional (ante peligros irreales). La manera de distinguir una ansiedad de otra no es sencilla, pero existen distintos indicadores que nos harían decantarnos por una u otra. Algunos de estos indicadores son de tipo cuantitativo, esto es la frecuencia de los síntomas, la intensidad o la persistencia de los mismos a lo largo del tiempo.
En cuanto a los componentes, diferenciamos tres tipos de respuestas claramente constatables. Por una parte se encuentra el sistema cognitivo, que hace referencia a aspectos relacionados con la experiencia interna como son el miedo, el pánico, la alarma, la inquietud o las preocupaciones. Sería la vivencia de un estado emocional negativo. Por otra parte tenemos el sistema fisiológico-somático, que incluye aspectos de activación del sistema nervioso en cambios externos como la sudoración, el temblor o la palidez de la cara, y cambios internos como la taquicardia o el aumento de la presión arterial. Y en última instancia se encuentra la respuesta conductual, en la que se engloban las respuestas que se observan de la conducta, como los movimientos, la postura o la expresión de la cara. Generalmente estas respuestas aluden a conductas de evitación o escape de distintas situaciones.
Para finalizar y a modo de conclusión, podemos extraer dos ideas claves. Una de ellas es la que da título al escrito: la ansiedad no siempre es algo negativo, sino que debemos aprender a gestionarla para que esté de nuestro lado, y no se vuelva en nuestra contra, en enemiga. La otra, es la gran complejidad de la misma; la ansiedad, puede manifestarse de muy diversas maneras, y según sea su intensidad, frecuencia y duración puede ser más o menos disfuncional. Por ello, es importante y beneficioso solicitar ayuda cuando sea necesario, ya que con la ansiedad justa, es más fácil afrontar los avatares de la vida. Existen múltiples herramientas para ello desde la relajación, la cual infiere sobretodo en el aspecto fisiológico de la misma, hasta la reestructuración cognitiva, ligada al aspecto cognitivo, y que nos ayuda a la hora de cambiar creencias o ideas disfuncionales por otras más adecuadas.
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