
Este nuevo escrito he decidido dedicarlo a uno de los trastornos más frecuentes en nuestros días en el área de la salud mental, el trastorno depresivo mayor, siendo por detrás del abuso de sustáncias y los trastornos de ansiedad el que más afecta a la población, con una marcada diferencia (así como el doble) en las mujeres. Por este motivo, es sumamente importante que se conozcan de una manera fidedigna sus características, hecho que debería conllevar acudir con decisión a profesionales que nos ayuden a poner fin al sufrimiento que se impone en la vida de las personas que acarrean con esta dura enfermedad.
El título del escrito, y el lugar que en él se refleja, describe perfectamente lo que alguien siente cuando se ve atrapado en las garras de la enfermedad, siente que está en un pozo. Un pozo muy oscuro y profundo, sin salida, donde impera la sensación de un gran vacío. Desde esa posición no se vislumbra ni un mínimo de claridad, no se tiene esperanza, la persona se siente indefensa y abatida, y piensa que nada puede hacer para salir de allí. Aunque hubiése en ese pozo alguna cuerda o escalera para intentar poner fin a esa situación, la persona que allí se encuentra, sumida en su desesperanza, no es capaz de reconocerla, quizás ni intenta buscarla, y sigue allí dejándose llevar por esa situación que se agrava estrepitosamente si uno se deja abatir, y no pone toda su energía y esfuerzos en buscar esa cuerda y aferrarse fuertemente a ella.
La depresión, tiene unos síntomas asociados que nos hacen reconocerla fácilmente, entre los que se encuentra como uno de los más característicos la tristeza. Pero cuidado, la tristeza, por sí misma, no tiene porqué ser patológica, ni tiene porqué estar asociada a ninguna enfermedad, ya que es una emoción más del amplio abanico de emociones que las personas tenemos. Solamente cuando va asociada a otros síntomas que ahora definiremos, junto a otros criterios, como la duración en el tiempo o la incapacidad que este conjunto de síntomas nos crea, es cuando resulta problemática. De este modo, los períodos de tristeza son aspectos inherentes a la experiencia humana, y por sí mismos no resultan patológicos ni problemáticos.
Entonces, ¿cómo podemos reconocer un episodio depresivo? ¿qué síntomas nos tienen que poner sobre aviso de que algo no funciona, de que debemos solicitar ayuda? Veámos cuáles son las características más significativas.
La característica esencial, es un período de almenos unas semanas en el que la persona afectada tiene un estado de ánimo deprimido (triste), y una pérdida de interés y placer en realizar todas o casi todas las actividades que antes hacía con asiduidad y que eran de su agrado. Además, este estado de apatía debe reflejarse la mayor parte del día y se debe apreciar un cambio significativo entre el antes y el después de esa persona. Algunas personas, también pueden referir quejas, molestias y dolores físicos en este estado, y otras pueden estar verdaderamente irritables. Por lo general, la persona se siente desperanzada, desanimada y triste, y pierde el interés en actividades con las que antes disfrutaba como sus aficiones.
Otra de las características asociadas al estado de depresión es la alteración del apetito. La persona afectada se tiene que esforzar sobremanera por comer, o bien, de lo contrario, pueden tener un apetito desmesurado, sobretodo para ciertas comidas (como los dulces). Exteriormente, se puede notar una pérdida o ganancia significativa de peso. Por otra parte, el sueño también se ve afectado, siendo la alteración que más se encuentra el insomnio. Lo más frecuente es que la persona se despierte durante la noche y sea incapaz de conciliar el sueño, o bien que se despierte demasiado temprano y sea incapaz de volver a quedarse dormido/a. También habituales son la falta de energía, cansancio o fatiga, sentimientos de inutilidad referidos a uno mismo y/o culpa asociada a pequeños errores del pasado, una capacidad muy reducida para pensar, concentrarse y tomar decisiones ya sea en el trabajo o los estudios (en los estudiantes se refleja claramente una bajada de las notas), y con frecuencia se tienen pensamientos de muerte, ideas y/o tentativas de suicidio.
La frecuencia e intensidad de estos síntomas pueden ser muy variables de una persona a otra, y es esencial una buena entrevista clínica con el profesional pertinente para descubrir los síntomas que se encuentran detrás de cada caso. También la información de otras personas cercanas al que sufre la enfermedad son de gran ayuda (como los familiares), ya que a veces la información que da la persona se ve afectada por el estado en el que se encuentra.
Es realmente importante darse cuenta de que algo no funciona como debería, que algo ha cambiado en las vidas de los que padecen la enfermedad y tener la seguridad de que eso puede cambiar. A partir de ahí, se debe de buscar ayuda, esforzarse y trabajar. Ponerse en marcha, buscar esa escalera, y aferrarse fuertemente a ella para enncontrar la salida de ese pozo profundo y oscuro en el que uno se encuentra. Y pese a que tal vez en un monento dado no se vea claridad alguna, a medida que se avanza van entrando esos rayos de luz, que al mismo tiempo confieren a la persona la esperanza y valentía para avanzar y seguir en el camino de la recuperación. Un camino sin oscuridad.
Tania Martínez (603 801 577)
PSICOLOGA col. B-01969