“La enfermedad y los desastres van y vienen como la lluvia, pero la salud
es como el sol que ilumina el pueblo entero” (Proverbio Africano)
Me gustaría empezar este escrito proponiendo a los lectores una breve reflexión: ¿se han parado a pensar alguna vez si tienen una buena salud emocional? ¿Qué factores pueden definirla? ¿Quizás la carencia de preocupaciones, estrés o malestar? ¿O quizás sea la sensación de tranquilidad, equilibrio y bienestar con uno mismo y con nuestro entorno, lo que nos proporcione la salud emocional? Me puedo aventurar a decir que la mayoría de las personas pocas veces nos planteamos dichas cuestiones, quizás porque no nos hemos encontrado con la necesidad de hacerlo, o bien porque cuando sentimos que algo está fallando, estamos demasiado bloqueados para entender que es lo que nos ocurre y porqué.
La salud mental se podría calificar como la gran desconocida, en comparación con su compañera de viaje, la salud física, y no es de extrañar. Ésta última nos avisa con síntomas y signos objetivos de malestar, que nos indican cuando debemos acudir al médico para ponerle solución cuanto antes. En cambio, mucho más complicado es saber cuándo debemos pedir ayuda en el ámbito psicológico, ya que dichos síntomas y signos no están tan claros y definidos. Además, el desconocimiento de lo que nos ocurre, el miedo y/o la vergüenza, también ejercen un papel fundamental en la decisión de solicitar ayuda a los profesionales pertinentes. No obstante, y pese a lo mencionado con anterioridad, este panorama poco a poco está cambiando. La gente se interesa por su salud emocional, se promueven diferentes iniciativas en pro de la educación de la misma y se tiene una mayor conciencia de su importancia. Al mismo nivel que la salud física hemos de colocar a la salud mental, las dos de igual envergadura; las dos, influyéndose mutuamente la una a la otra, repercuten en gran medida en nuestro bienestar.
Desafortunadamente, son muchas las dificultades por las que en alguna ocasión podemos atravesar las personas; períodos de tristeza que parecen alargarse indefinidamente, miedos que nos paralizan y no nos dejan avanzar en el camino, ansiedad y malestar que nos afectan en la vida diaria, así como problemas de alimentación, de aprendizaje y pérdidas o rupturas que no superamos y nos provocan un malestar inmenso y profundo. No obstante, y aunque a veces se tenga la sensación de que no existe salida, existen muchísimos caminos a elegir y cantidad de herramientas que nos ayudarán a superar los avatares de la vida. De ahí la importancia de solicitar ayuda cuando sea necesario, y de preocuparse en la misma medida tanto por la salud física como por nuestra salud mental.
Para finalizar, quiero hacer una sugerencia a los lectores; periódicamente iré publicando algunos artículos sobre diversos temas de salud mental, y me encantaría recibir las propuestas de ustedes. Temas que les resulten atractivos, sobre los que tengan especial interés o que les despierten simplemente curiosidad. ¡Anímense! Pueden hacerlo en la siguiente dirección:
taniamartinezpsicologa@gmail.com