“Todo el banquillo corrimos hacia Pepe. En cuanto empecé mi esprint miré hacia mi derecha y atónito, con los pelos de punta, empecé a gritar: “¡Lo sabía!, ¡lo sabía!, ¡lo sabía!”
No se imaginan el tiempo que llevo esperando este momento. Compartir con ustedes esta história y describirles de la mejor manera posible todas las imágenes que tengo grabadas en mi retina. Es muy gratificante. Para empezar, y para que entiendan hasta que punto se puede vivir este deporte, les diré, que cada vez que conducía hacia algun campo dónde nos jugábamos los siguientes 3 puntos, visualizaba con la música a tope, algún momento emocionante que desearía vivir con el equipo. Un gol, una celebración, cualquier instante de felicidad con estos jugadores y cuerpo técnico. Uno de esos momentos que visualizaba, era un esprint por la banda para celebrar un gol, y no sé porque, de los 22 jugadores que conforman el grupo, veia la imagen mía y de Toni Nadal, nuestro jugador número 19, corriendo juntos hacía el resto de chicos. Así durante más de 40 jornadas, siempre la misma imagen, Toni Nadal y yo esprintando abrazados y gritando con todas nuestras fuerzas, corriendo como locos, para celebrarlo con el resto de jugadores. A esto llamo visualizar deseos.
Porque honestamente, este año ha sido muy intenso emocionalmente para este club, para la gente que lo compone, jugadores, cuerpo técnico, directiva, delegados y para toda esa afición que no suele tener nada mejor que hacer que venir a vernos los Domingos, haga frío o calor, llueva o granice. Ha sido muy emocional, y no solo por el sueño del ascenso. Lo ha sido por muchas cosas que han ocurrido, y que únicamente pasando innumerables horas en un vestuario con 27, 28 personas, uno es capaz de entender. Porque dificilmente se volverán a ver tantas lágrimas de frustación como este año. Han habido lesiones graves y excesivamente injustas que hacían temer por nuestra moral de cara al objetivo de ascender. Curiosamente todos esos hombres, sin excepción, unos meses después, botaban sin lesiones encima de un trailer celebrando un ascenso. Créanme, ver sus lágrimas de felicidad después de tantas de dolor y desesperación es maravilloso, y solo por ese instante, todo ha valido la pena.

Ha sido un año complicado. Entre cientos de motivos, tuvimos un bache de 4-5 partidos perdiendo, con la consecuente perdida de confianza. En aquel momento, justo al próximo entreno de esa última psicótica derrota, los entrenadores, Quique y Pere, hicieron gala de un auténtico liderazgo. Hicimos el “entreno” más necesario en aquel momento y para lo que para mi ha sido uno de los puntos de inflexión más determinantes de la temporada. Cerca de 2 horas de charla, cambio de impresiones y opiniones, tirones de orejas, cura de humildad y todo lo que se puedan imaginar. Ni un solo segundo de entreno y todos pensativos y para casa. Ha sido un año de obstáculos que, con perdón de la expresión, y perdonen mi vulgaridad, hemos superado con dos cojones. La marcha de jugadores que estaban dando un alto rendimiento. La retirada prematura del portero Peret, por su lesión discal. La operación de Pep después de aceptar con lágrimas que no había más solución que pasar por quirófano; meses despúes marcaría el gol de la tranquilidad en el inolvidable partido del ascenso. La desesperación de nuestro “Capi” Isaac, reviviendo la pesadilla en lo que parecía en un primer instante una nueva fractura de su tibia; reapareció para darle un empuje al equipo que sería clave para llegar fuertes al final de liga. La recaida de Héctor con una nueva fractura de tibia y sus palabras desde el hospital despidiéndose de su gran pasión; meses después sería el más juerguista durante la celebración del ascenso. La rotura muscular de Tomas Leal y la complejidad de su recuepración. Y todas las demás veces que un jugador tras otro, en algún momento de la temporada, ha agachado la mirada, con la cabeza entre las manos, preocupado por su situación; todos ellos llegando sin una sola lesión a la liguilla. Han sido tantas piedras en el camino en ese aspecto, que una noche, Quique y Pere, comentaron después de un entreno la mala suerte que estabamos teniendo. Aquella noche, recuerdo perfectamente como les decía: “Señores, tanta mala suerte seguida no es normal. Algo muy dulce tiene que estar por llegar”. Y bien que llegó.
Y así, después de lo que describiría como la montaña rusa más larga del mundo, llegó el partido de los partidos, la final de Petra. Los dos entrenadores expulsados el mismo partido, y encima, para más dificultades, este partido. A mi parecer se respiraba una calma incongruente con el momento. Un tipo de silencio positivo y esperanzador. Necesitábamos ganar para ascender, pero ya está, no tenía la sensación de que fuera una final. Y tampoco sabía si esas sensaciones eran normales, buenas o malas, por lo que una vez llegados al campo, y yo en mi burbuja, empezamos todos con toda la rutina de hora y media antes de un partido. Cada segundo se dió con total normalidad, como si fuera un partido más, para que no afectaran los nervios y para intentar quitarles kilos de peso a los jugadores. Una sonrisa por aqui, una palmadita por allá, mostrando un temple y una tranquilidad completamente falsa; y así saltaron al campo 11 de los 22 héroes del ascenso. A partir de ahi, lesión del capi Isaac en la primera jugada del partido, y claro, otra vez, los fantasmas sobrevolaron nuestras cabezas. Curiosamente acabó la primera parte con la sensación inexplicable de que estábamos…¿demasiado tranquilos?, algo que resultaría ser la clave para ganar un partido como verdaderos profesionales. Llegó el gol de Piti despúes de un jugadón de Alberto Pareja. Salí del banquillo, sin rechistar una sola palabra, con los ojos como platos, con la mirada perdida en el horizonte, con el lesionado Isaac y Kim, el portero, abrazados a mi durante no se cuánto tiempo, de no se qué manera. Y mi mirada seguía ahi perdida nose dónde, como si de un poseído se tratara.
Algunas jugadas después recuerdo a Barraca pidiendo mi asistencia con estas palabras: “Jokin, sé seguro que me acabo de romper la muñeca pero no quiero que me cambien”. Efectivamente, tras la radiografía, supimos que Barraca jugó varios minutos con la muñeca rota. Llegaron varias ocasiones seguidas del Petra, varios saques de esquina que acababan sin éxito, En ese momento sabía con certeza que éramos equipo de tercera. Seguían llegando con peligro y cada vez que lo hacían, no se me ocurría nada mejor que gritar en voz alta: “¡no va a pasar nada señores!, ¡no va a pasar nada!”, intentando creerme mis propias palabras. Y claro está, no pasó absolutamente nada. Llegó la contra que mató el partido, Manu Grondona corrió la banda como nunca había corrido, y dió un pase en bandeja para que Pep, esta vez sin lágrimas, acariciara el balón al fondo de la red.
Todo el banquillo corrimos hacia Pepe. En cuanto empecé mi esprint miré hacia mi derecha y atónito, con los pelos de punta, empecé a gritar: “¡Lo sabía!, ¡lo sabía!, ¡lo sabía!. Y , ¿saben porque grite aquello?. Grite aquellas palabras, no porque supiera que ibamos a ascender, sino porque más de 40 jornadas después, durante aquel esprint, ver a quien vi fue como un deseo hecho realidad, increible pero cierto, alli corría abrazado a Toni Nadal, nuestro jugador número 19, junto al mismo que habia imaginado durante todo el año que iba a celebrar un gol importantísimo. Y es que, cuando uno cree en los sueños, los visualiza, y cree en ellos con mucha fuerza y cada día, de repente llega un “algo” y logra que se hagan realidad. Es lo que llamamos fé. Siempre digo que todo aquello positivo que me rodea en mi día a día lo he atraido yo, sí, con fé. Y para los que creen en ello como yo, les diré, que esas 40 jornadas imaginando con pelos y señales ese momento junto a Toni, me han demostrado por enésima vez en mi vida, que los sueños pueden hacerse realidad, solo hay que visualizarlos y sentir con total convicción que los vas a vivir algun día.
Antes del pitido final, nos dio tiempo a abrazarnos todos, a Antonio el delegado, a Pere, que ya invadía el campo y a subirme a la valla para abrazarme a Quique entre palabras sinceras de agradecimiento mútuo, y que resume a la perfección lo vivido este año. Y de esta manera, acababa de comenzar la fiesta del ascenso, que quedará en nuestra memoria eternamente. Sin más, quiero dar las gracias a todo el club y afición por estos recuerdos inolvidables. No dejen de visualizar cada día sus deseos como hice yo, porque tarde o temprano y el día menos pensado podrían hacerse realidad.
Shala-la-lala-la-laaa… ¡Serverense!…Shala-la-lala-la-laaa…¡Serverense!
Joaquín García Roll, Fisioterapeuta y Osteópata C.O. del centro de fisioterapia y osteopatía EKILIBRIA y del C.D Serverense
cita previa: 619 301 755
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